lunes, 24 de enero de 2011

Don Paco


Don Paco era maestro de cabecera; trabajaba unas 3 horas más al día que el resto de sus compañeros; unas 600 horas más cada año. Lo hacía por vocación, por devoción a su profesión. No tenía retribución económica por este sobresfuerzo y debió costarle más de un inconveniente. 

Dedicaba la mayor parte de esas tardes extra a los alumnos que tenían problemas para seguir el ritmo de la clase, a los cuales ubicaba en su mesa, a su vera, lugar donde siempre los podía observar y guiar. Otros decidíamos quedarnos por voluntad propia, leyendo, jugando al ajedrez, escuchando música clásica... creo que esperabamos que nos dedicase algo de tiempo y nos relatara sobre libros que había leído ó sobre sus viajes. Teníamos 7, 8 y 9 años; fueron tres cursos estupendos.

Don Paco era metódico, generoso e inteligente. Incentivaba la creatividad, la innovación y el debate con una didáctica deliciosa que conseguía que todo fuera divertido e interesante; Tornado Azul, Estrella Roja… eran los nombres de los equipos en los que competíamos cada día respondiendo a las preguntas sobre lo tratado el día anterior. Nos creaba tensión y nos desafiaba con los “controles”. Conocía emocionalmente a cada alumno. Escudriñaba nuestras redacciones y nos motivaba para estirar nuestras capacidades.

Le recuerdo con aquel jersey granate, las gafas de pasta y esa apariencia de intelectual. Jugaba con nosotros al futbol con sus zapatos negros finos. Su legado es sobre todo el modelo de persona que fue para nosotros. Recuerdo aquella clase que nos hacía pensar diciéndonos que durante la tarde, camino del colegio, él había visto llegar la primavera; a continuación nos explicaba que eso no podía ser, porque la primavera era algo inmaterial. Y yo pienso ahora que hay primaveras que legitiman y obligan; esos líderes servidores que iluminan al mundo son inspiración y coraje futuro.

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